miércoles, junio 22, 2005

GENTE DE TEATRO

Un país que no puede escuchar sus propias voces es un país que no puede reclamar por sus derechos.

El placer del pueblo no es poca cosa. Ellos quieren manejar nuestras vidas, quieren hacernos creer que los grandes temas son sus temas, que los textos trascendentes son de ellos y las buenas actuaciones también les pertenecen. Nos obligan a dar lástima, pero sin complicaciones, con un dejo de resignación y aburrimiento. Aunque uno a veces se confunda y no sepa bien qué es, y eso pasa seguido, en medio de la confusión uno tiene la obligación de putearlos, para comprobar que todavía nos queda garganta propia.

Creo que a esta altura de la historia ya nos tragamos la historieta del colonizado de tanto representarla. Ya no sabemos quiénes somos, andamos como psicóticos pastillados intentando quedar bien en una reunión familiar donde no reconocemos a nadie.


Alberto Ure (Dramaturgo)