domingo, mayo 22, 2005

EN EL IV CENTENARIO DEL QUIJOTE

El converso, el hombre capaz de gracia (hablo en el sentido secular) no es discreto; su orgullo es de otra clase. Abandona rápidamente la senda -el toque de gracia es casi siempre súbito- y orientándose en una nueva dirección incluso puede hacerse la ilusión de haberle vuelto la espalda a la misma Parca. Conversos ha habido que, por su exquisita indiscreción, han ganado inmortalidad cierta. El ejemplo más ilustre, esa flor de la Caballería, don Quijote de la Mancha, sigue siendo para todo el mundo el único hidalgo genuino y eterno. Como saben el delicioso Caballero de España se convirtió a una fe imperativa en una misión tierna y sublime que lo alejó del hacer y de las costumbres propias del pequeño hidalgo provinciano. Luego sería apaleado, y, con el tiempo, hasta encerrado en jaula de madera por el Barbero y el Cura, apropiados ministros de un orden social justamente soliviantado.

JOSEPH CONRAD
Un vagabundo feliz
Notas de vida y de letras