sábado, abril 30, 2005

ARTAUD

En el cuerpo se desataría todo aquello negado y sustraído al mundo de la razón, los infinitos estados que se apoderan de él, que lo desgarran, lo torturan, esos abismos, "esos reptiles escurridizos que se escapan hasta atentar contra las lenguas, hasta dejarlas en suspenso". El mundo se abriría entonces con sus misterios insondables, pero sobre todo innombrables, y cualquier imagen previa quedaría abolida por las fuerzas que jamás son las mismas, que jamás causan los mismos efectos. Y en ese eterno vaivén de destrucción y construcción, la muerte jamás sería el opuesto de la vida sino tan sólo su transfiguración, su condición esencial para seguir siendo.