lunes, julio 18, 2005

EL MACHISMO ENGENDRA DESIGUALDAD Y DISCRIMINACIÓN

Hace medio siglo la mujer argentina conquistó el derecho al voto, y por sus derechos civiles tuvo que recorrer un largo camino. Hasta la década del 20 era considerada legalmente casi como un menor de edad, y la mujer casada tuvo que esperar hasta 1968 para que la ley la liberara completamente de la tutela del marido, pero fue recién en 1985 cuando consiguió tener la patria potestad compartida sobre sus hijos.
Las mujeres en la Argentina viven aún en una sociedad machista. Esta actitud se manifiesta fundamentalmente en el ámbito laboral/profesional, en la calle y en el hogar. En el ámbito profesional suelen recibir retribuciones salariales menores y también sus posibilidades resultan inferiores al competir con un hombre por un puesto de trabajo.
Lamentablemente todavía existe la complicidad de género y por lo general en las familias machistas, la más machista suele ser otra mujer. Se les sigue transmitiendo a los hijos del sexo masculino mandatos culturales que continúan incentivando el machismo reinante. Es común ver todavía como madres y abuelas cuidan, protegen y sobrevaloran al varón (aunque éste no mueva ni un dedo), mientras que les exigen a sus hermanas mujeres que cumplan con determinadas tareas históricamente vinculadas con el rol femenino. Así, los varones (por conveniencia) siguen aferrados a esta cultura de la desigualdad.
El varón modelo siglo XXI, el que comparte la carga doméstica con su compañera, la trata como un igual y no teme expresar sus sentimientos, es un ejemplar raro, que no abunda. El hombre argentino ha experimentado cambios, pero sólo han sido cambios aparentes. Aún no ha habido una modificación profunda, estructural. Porque ello significa cambio de hábitos, cambios culturales, que aún no se han producido, o sólo existen en un nivel muy superficial. En el fondo, es el mismo machista de siempre.
En otras sociedades, no sólo el machismo se considera política y socialmente incorrecto, además hay leyes que protegen de la desigualdad sexual. El machismo sólo engendra desigualdad y discriminación hacia las mujeres que siguen siendo valoradas en sus roles de madres y amas de casa, celebradas como objetos sexuales y limitadas en su desarrollo.
El hombre nuevo, el revolucionario del nuevo siglo, el que crea que otro mundo es posible, un mundo en el que todos quepamos y tengamos los mismos derechos, deberá despojarse de los restos de machismo que aún le quedan.